lunes, 19 de diciembre de 2011

PROMESAS DEL ESTE (EASTERN PROMISES)



Promesas del este (2007) es la mejor película sobre mafia que he visto en mi vida desde las dos primeras entregas de El Padrino. ¡Ahí queda eso!. ¿Y cómo se me ocurre soltar a la brava semejante afirmación?. Porque lo tiene todo, ladies and gentlemen!.

Estaba hasta los cojones de tragarme supuestos reflejos de la vida “real” de estas familias tan singulares. Siempre bajo el supuesto “cliché” de comedores empedernidos de espagueti, yonkis de las apuestas y hermandad sin límites. Joder, esa yo lo vimos hace más de 35 años, cuando el tito Coppola nos enseño lo que era cine del bueno.

Promesas…es un puñetazo en la cara. Esto es la verdadera mafia. Lobos con piel de cordero. Aquí no hay cabida para el amor fraternal. Te hacemos de los nuestros, pero al nanosegundo te la metemos doblada. Gente sin escrúpulos, que les da igual trapichear con drogas que con niñas de 14 años.

Y es que el señor David Cronenberg sabía perfectamente qué es lo que quería enseñar y cómo lo quería enseñar. Al más puro estilo Haneke, nos deleita momentos de calma chicha con segundos o minutos de una crudeza sin igual. El alarde de dirección, tanto de guión como de personajes, a lo largo de esta delicia es simplemente brutal.



Cronenberg en una rara avis en este mundillo. Partiendo de unos trabajos muy personales que rozaban la serie C, se ha hecho un peso pesado en la industria independiente americana.
De unas simplezas de filminas, donde la hemoglobina y el sexo eran parte fundamental de su obra, ha llegado a realizar películas más serias y accesibles al gran público, pero sin llegar a vender su firma de autor. La violencia intrínseca del hombre, el cuerpo y el sexo como fundamento vital,…, siguen estando presentes en su obra.

Nos plantamos en el Londres de los años 2000. Una ciudad caótica, con más de 15 millones de habitantes. Y dentro de ella, nos presentan a una familia rusa perteneciente al clan mafioso Vory V Zakone. 

En primera plana se sitúa el jefe supremo, Semyon, un encantador viejecito dueño de un restaurante (cliché!!!), pero que en el fondo es el más joputa del planeta tierra. Junto a él, destacan su alocado hijo Kirill, y el chofer de la familia Nikolai. Entre los tres se partirán la pana. Habrá fidelidad y puñaladas traperas a partes iguales.


Sin embargo, esto no es la historia de una familia mafiosa. Es la historia de una joven británica, Anna, matrona en una afamada clínica, y su búsqueda por conseguir dar a su verdadera familia a un bebe recién nacido, ya que la madre muere durante el parto.

Su búsqueda le lleva hasta el restaurante ruso, y es aquí cuando todo se complica debido a la existencia de un diario que el “angelito” rubio había escrito durante el último año y medio. En él se desvela toda la corrupción, maltratos y trapicheos varios que Semyon y sus secuaces desgranan día a día.  Como os podéis imaginar, nunca has de meter las narices en problemas de familia, y mucho menos en una de estas. Las consecuencias podrían ser fatales.


No parece que sea una joya de la originalidad, verdad?. Ni pretende serlo. Porque donde gana la película es en mostrarnos la realidad diaria de estos gambiteros. Sin darle mucha importancia, nos muestran el submundo de la prostitución y trata de blancas como pocas veces se ha visto en el cine. Un mundo seco y tirado. No se regodea en ello, pero no desea que lo dejemos pasar de largo. Machotes soviéticos tratando a criaturas como si fueran muñecas rotas.

Y con ello, todos los temas que os podéis imaginar después de leer alguna noticia en los periódicos. Y con una verosimilitud increíble. Realmente piensas que así tiene que ser. Es así como te lo has imaginado. Y no hay grandes saraos ni persecuciones grandilocuentes. Todo se hace por debajo de la mesa y de una manera muy ruin.


Obviamente, el gran trabajo de los protagonistas ayuda a crear esta atmósfera. Y a la cabeza de todos ellos nos encontramos al rey de los humanos: Viggo Mortensen. Hay que reconocer que el cabrito impone respeto. Se calza un papelón de la hostia como Nikolai: duro, discreto y sobre todo resolutivo en las tareas que le encomiendan. No es de extrañar que se gane la confianza de la familia.
Mantiene la tensión de los músculos durante todo el metraje y en ningún momento se le atisba una pizca de debilidad. Aparte de todo ello, se nota a la legua que el señor Mortensen se dio una paliza de gimnasio brutal para estar tan mazao. Vamos, que parece un ruso auténtico.  

 
Al otro lado del espectro nos encontramos con Naomi Watts, esa dulce enfermera en busca de la verdad. El contraste entre ambos personajes y sus encuentros “fortuitos” nos hacen reflexionar entre los contrastes y similitudes de ambos mundos. Tan lejos y a la vez tan cerca. Y es que, aunque parezca mentira, los ideales de ambos no están a años luz.


Por último, destacan los líderes de la banda. Padre e hijo. Respecto a este último, al cesar lo que es del Cesar. Si es Black Swan comenté que Vincent Cassel no estaba muy pletórico en el papel, aquí es que lo borda. Con esa cara de ido de la vida, crea un personaje apabullante. Es el típico hijo cascibano que sabe que va a heredar todo el percal en pocos años. Putero, borracho y drogata hasta la saciedad. No nos lo podíamos imaginar de otro modo, no… .


Pero la sorpresa es el señor Armin Mueller-Stahl. Su rol de Semyon nos ofrece al personaje más joputa desde hace años. Nunca un viejecito había dado tanto miedo. Ojito con él. Su mutación de hermanita de la caridad a psicópata sin sentimientos es increíble. Además, se realiza de una forma armónica. Sin sobresaltos. Y eso todavía da más canguelo.

La ambientación. Los pequeños detalles de las cosas. Todo esto se plasma de una manera sutil pero eficaz en la filmina. Además, hay que agradecer el que no nos metan acción a tutiplén sin ningún motivo. Los momentos de tralla son comedidos pero efectivos. Lo que si se plasma durante los 100 minutos es una tensión que es la puta envidia del 90% de los thrillers actuales.


Súmale una banda sonora “Made in” soviet, y ya tienes la ambientación perfecta. Y no se puede pedir más, os lo juro.

Solo me queda recomendárosla enfervorecidamente. Compraros unas palomitas y enchufárosla en casa que no os va a decepcionar.

Ale. A portarse bien. Sed buenos.

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